Con “Kindred Soul”, MYLAMINE vuelve a la primera línea sin imposturas nostálgicas.
El productor —que ya había dejado huella con “Setting Sun” y “Find My Way”— firma aquí un corte que entiende la casa cálida desde el detalle: acordes con acento jazz, un bajo redondo que empuja sin invadir y una batería con swing medido que hace bailar los hombros antes que los filtros.
La clave está en el tempo interno del tema. La disposición no corre; respira. Deja que las armonías iluminen el plano medio y que los matices —charles que rozan, extensiones polvorientas, percusiones que sugieren más que ordenan— vayan sumando cuerpo. Hay funcionalidad de pista en el extremo grave, sí, pero el mix prioriza la temperatura humana: tanto vale para un warm-up con horizonte dorado como para un late en cabina corta o unos cascos de madrugada.
MYLAMINE esquiva el subidón fácil. En lugar de pirotecnia, construye confianza a base de feel: la groove no divaga y, sin embargo, el color armónico evoluciona en matices finos, lo suficiente para que el DJ tenga material que mezclar y el oyente, motivos para volver. Es el tipo de pieza que no agota su encanto en tres pasadas.
Impulsado por el eco de sus singles previos, “Kindred Soul” suena a paso adelante autoral: texturas orgánicas, emoción no forzada y una sección rítmica que respira. En tiempos de algoritmos que precipitan el clímax, MYLAMINE apuesta por el pulso que se queda.
